Abril de 1980, pitazo
final. Ñuls llegaba a la punta del torneo por primera vez en el año, alegría, euforia... Fue
un partido difícil, duro, porque Tigre ofreció una tenaz resistencia hasta el
minuto 87, cuando una falla de Mántaras dejó al intratable cucurucho
Santamaría con la pelota en los pies y el camino libre de adversarios. Candía
quiso jugar su única carta; derribarlo afuera del área. Cucurucho se levantó,
siguió y desde el vértice del área afirmaba el resultado: 3 a 1. Por eso la fiesta, por
eso los gritos, por eso la euforia. Juan Ernesto Simón de buena tarea
decía esto. “Lo de la mano de don Luís es cierto porque además de todos los
consejos tácticos y técnicos que nos dio, consiguió mentalizarnos de tal forma
que salimos a la cancha convencidos de que lo que quiere Cubilla es lo que nos
conviene a todos. Tiene un poder de convicción tremendo. Simón no es el único.
A su lado, Roberto Néstor Aguerópolis confesaba: “Cubilla siempre nos dice que
los rivales nos vienen a sacar la guita y que por eso no se les puede dar
ninguna ventaja. Lo fuimos entendiendo y ahí están los resultados dándole la
razón”.

El
código de Cubilla:
“Barrera sabe que la mano
viene dura si elige el camino de la desobediencia”. En esto el código de Luís
Cubilla es tan claro como su explicación: Jamás he tenido un problema de
disciplina con un jugador, jamás debí aplicarle multas o suspensiones y creo
que nunca lo haré porque lo que nosotros pretendemos es que vayan madurando al
lado nuestro para que aprendan a autolimitarse. Todo es bueno si no se cometen
excesos y yo soy exigente en las concentraciones, en el trabajo, porque quiero
dejar en todos ellos la simiente para que en el futuro puedan dedicarse a lo
que hoy me dedico. Hablamos mucho, les explicamos todo y siempre lo hacemos en
grupo. Por eso están así bien unidos, porque ellos saben que no puede haber
fisuras. Si hay alguno que se resiste, que no quiere integrarse, yo no voy a
andar con suspensiones: lo excluyo y listo’. Los dirigentes y los jugadores
aceptaron la propuesta de sacrificio que fue la carta de presentación de Cubilla.
Y ahora Empezaron a cosechar los primeros frutos. Los dirigentes, disfrutando
el orgullo de sentirse primeros después de muchos años. Los jugadores
percibiendo el primer premio de ciento cincuenta millones de pesos viejos
por partido ganado, que le corresponde a cada uno mientras el equipo siga
puntero. Cubilla les propuso trabajo y sacrificio como medio para alcanzar los
triunfos. Ellos respondieron y ahí están las primeras consecuencias. Como dice
Américo Gallego con una sonrisa cómplice: “Cubilla nos enseñó que los premios
que se van no vuelven más y nosotros no queremos que se nos escape ninguno.
Que
quiere Cubilla?
Que la línea de cuatro sea
compacta y seamos solidarios unos con otros. Que los marcadores de punta sean
precisamente eso: marcadores, y que sólo se vayan al ataque cuando lo vean
claro. Que Killer y yo achiquemos los espacios con nuestros volantes.
(Juan Ernesto Simón). “A los delanteros nos exige que ayudemos a recuperar la
pelota cuando la tienen los rivales. Por eso corremos, marcamos, obstruimos. Ni
cuando estuve en Europa hice eso y acá lo hago hasta con gusto porque veo que
lo que él nos dice es cierto”. (Santiago Santamaría).”Trajo a Juan Alberto
Acosta porque necesitábamos un ocho que tuviera fuerza para acompañarme en la
lucha del medio campo, pero que también llegara con frecuencia a posiciones de
ataque. Al 10 (Alfaro) le pidió y le pide que juegue siempre como lo hace en
Rosario. El es el más ofensivo de nosotros tres”. (Américo Rubén Gallego). Ahí
está, en ciertas confidencias de tres hombres fundamentales, la síntesis de lo
que Cubilla pretende de su equipo cuando sale a pelear por los dos puntos. En la
semana aplica todo lo demás: sentido de sacrificio, del equilibrio, de la
disciplina. Tiene pautas que obliga a respetarlas escrupulosamente. “Siempre
les digo que tenemos que ser lo suficientemente responsables para que el éxito
no nos sorprenda. Nuestra obligación, una vez conseguido, es transformarlo en
duradero. Creo que ellos lo van entendiendo y eso nos permite encontrarnos
ahora felices y conscientes de que vamos bien”. Lo que Cubilla pretende se va
dando. Por eso Newell’s está allí, en lo más alto de la tabla. Aunque ganar le
cueste a veces mucho esfuerzo porque no siempre Simón y Killer achican los
espacios a espaldas de Gallego y Alfaro, como ocurrió el domingo, y entonces la
manija del partido la pueden agarrar hombres experimentados, como Orlando José
Medina, o eficientes, como Roberto Roque

Del Valle Carrizo. Mérito de
Newell’s fue no aflojar nunca, buscar por las puntas una y otra vez porque por
el medio no está Yazalde —ausente desde hace varias fechas por un fuerte
golpe en el peroné-hasta encontrar los resquicios que llevan a la red. En
eso
Cucurucho Santamaría parece
implacable. No perdona una. Define con la máxima frialdad, al mejor estilo
Mastrángelo. Como en el segundo gol, sacando una media vuelta con el marcador
encima para colocar la pelota de emboquillada, o en el último, ya detallado al
principio. Santamaría es, en estos momentos, el argumento más positivo de
Newell’s. Barrera es otro pero recién podrá decirse que estará consolidado como
tal cuando exhiba en Buenos Aires lo que siempre muestra en Rosario: pique,
decisión, búsqueda permanente del arco.
Ahí también se ve la mano
de Cubilla, aconsejándole con el aval que le da la experiencia. “Luís me dice
siempre que encare al rival, que vaya a buscarlo, que no le tenga miedo. Y yo
le hago caso porque si no es capaz de cumplir su promesa y me saca del equipo”.
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